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viernes, 23 de marzo de 2012
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jueves, 23 de febrero de 2012
NUESTRA IDENTIDAD HISPÁNICA Y LA CONJURA INDEPENDENTISTA MARRANA
Gran parte del texto debió aparecer como prólogo del libro de José Luis Jerez Riesco, Voluntad de Imperio. La Falange en Argentina (1), pero no fue posible debido a que el editor está procesado por el terrorismo ideológico democrático, que impide la menor crítica al judaísmo. Si bien algunos hechos históricos están referidos a Argentina, como se trata de una situación que se repitió en toda la América Española, he coincidido con los camaradas mejicanos en la conveniencia de su publicación, ya que mi trabajo inédito La independencia de América: una subversión marrana contra España, por el momento no va a publicarse.
Es un escrito harto breve para un tema tan vasto, pero analiza sus elementos básicos, por un lado, el significado real de la filiación histórica de Hispanoamérica, y por el otro, demuestra por vez primera que la independencia de España fue una conjura de la internacional marrana, cuyo resultado ha sido el sometimiento de nuestros pueblos a la Inglaterra judía, a la que luego sucedió Estados Unidos, que bien debería llamarse Estados Judíos de América.
Federico Rivanera Carlés
Ciudad de la Trinidad (Buenos Aires) (2), 1 de mayo de 2008.
Notas:
1. Ediciones Nueva República, Barcelona, 2007.
2. Erróneamente suele llamarse Santa María del Buen Aire a esta ciudad, pero es el de la primera fundación. Juan de Garay la bautizó "Ciudad de la Trinidad, puerto de Santa María de Buenos Aires", que por su extensión se abrevió en los documentos oficiales, a partir del gobierno de Felipe II. El nombre nunca se modificó, pero fue deliberadamente abandonado por el marranismo dominante, en razón de que el trinitarismo es el dogma antijudío por excelencia. Esto ha permitido que a sus habitantes se los denomine impropiamente porteños y no trinitarios.
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miércoles, 21 de diciembre de 2011
La naturaleza del Judaísmo.
La Naturaleza del Judaísmo.
¿El judaísmo constituye una religión o una raza? ¡Los judíos se asimilan o permanecen como cuerpos extraños entre los demás pueblos?¿El antisemitismo es propio de mentes enfermizas que pretenden agredir injustamente a los hijos de Abraham o, por el contrario, se trata de una posición de autodefensa de las naciones sojuzgadas por ellos? ¿La idea del pueblo “elegido” es una muestra de inocente soberbia o responde a un milenario plan de dominación mundial?
Después de la última guerra mundial, exceptuando la agobiante y sofistica propaganda judía, prácticamente no se han publicado trabajos científicos sobre la materia. E incluso la mayoría de estos no han sido vertidos a nuestro idioma, por lo cual en Hispanoamérica los sectores que han prestado la debida atención al judaísmo revelan, por lo general, un deficiente conocimiento de algunos de sus aspectos fundamentales.
Asimismo, los nuevos datos que proporcionan la instauración del estado de Israel y el desarrollo del fenómeno sionista no han sido evaluados de manera adecuada, existiendo no poca confusión en torno a las características de la sociedad israelí como respecto al sionismo, al que algunos pretenden diferenciar arbitrariamente del judaísmo.
Desechando prejuicios o interpretaciones superficiales, Federico Rivanera Carlés arriba a conclusiones -basadas exclusivamente en fuentes hebreas- que merecerán el más airado rechazo por parte de los judíos desenmascarados (que, como de costumbre, lanzaran sobre el autor los más amables calificativos), pero que no podrán ser refutadas.
No obstante su carácter sintético, LA NATURALEZA DEL JUDAÍSMO es la primera obra científica e integral acerca del tema que aparece en castellano. El INSTITUTO DE INVESTIGACIONES SOBRE LACUESTION JUDÍA inicia con ella sus publicaciones.
Disponible próximamente.
¿El judaísmo constituye una religión o una raza? ¡Los judíos se asimilan o permanecen como cuerpos extraños entre los demás pueblos?¿El antisemitismo es propio de mentes enfermizas que pretenden agredir injustamente a los hijos de Abraham o, por el contrario, se trata de una posición de autodefensa de las naciones sojuzgadas por ellos? ¿La idea del pueblo “elegido” es una muestra de inocente soberbia o responde a un milenario plan de dominación mundial?
Después de la última guerra mundial, exceptuando la agobiante y sofistica propaganda judía, prácticamente no se han publicado trabajos científicos sobre la materia. E incluso la mayoría de estos no han sido vertidos a nuestro idioma, por lo cual en Hispanoamérica los sectores que han prestado la debida atención al judaísmo revelan, por lo general, un deficiente conocimiento de algunos de sus aspectos fundamentales.
Asimismo, los nuevos datos que proporcionan la instauración del estado de Israel y el desarrollo del fenómeno sionista no han sido evaluados de manera adecuada, existiendo no poca confusión en torno a las características de la sociedad israelí como respecto al sionismo, al que algunos pretenden diferenciar arbitrariamente del judaísmo.
Desechando prejuicios o interpretaciones superficiales, Federico Rivanera Carlés arriba a conclusiones -basadas exclusivamente en fuentes hebreas- que merecerán el más airado rechazo por parte de los judíos desenmascarados (que, como de costumbre, lanzaran sobre el autor los más amables calificativos), pero que no podrán ser refutadas.
No obstante su carácter sintético, LA NATURALEZA DEL JUDAÍSMO es la primera obra científica e integral acerca del tema que aparece en castellano. El INSTITUTO DE INVESTIGACIONES SOBRE LACUESTION JUDÍA inicia con ella sus publicaciones.
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martes, 13 de diciembre de 2011
Carta al Papa
Después de 1945 -abusando de la psicosis colectiva que, a base de habladurías incontroladas, había trastornado a numerosos deportados de la II Guerra Mundial- la leyenda de las exterminaciones masivas de Auschwitz ha alcanzado al mundo entero. Se han repetido en millares de libros incontables mentiras, con una rabia cada vez más obstinada. Se las ha reeditado en colores, en películas apocalípticas que flagelan furiosamente, no sólo la verdad y la verosimilitud, sino incluso el buen sentido, la aritmética más elemental, y hasta los mismos hechos.
Ciertamente, se sufrió en Auschwitz, todas las guerras son crueles. Los centenares de miles de mujeres y niños atrozmente carbonizados por orden directa de los Jefes de Estado aliados, en Dresde, Hamburgo, Hiroshima y Nagasaki, tuvieron unos padecimientos mucho más horribles.
En Dachau, por ejemplo, según las cifras oficiales del Comité internacional, murieron en este campo de 1940 a 1945, 19.296 que fallecieron durante los últimos 7 meses de hostilidades. Y queda demostrado que el terrorismo aéreo aliado no tenía ya ninguna utilidad militar, pues la victoria de los aliados, al principio de 1945, ya estaba totalmente asegurada. Sin esta brutal trituración a ciegas, millares de internados hubiesen sobrevivido, en lugar de convertirse -entre Abril y Mayo de 1945- en macabros objetos de exposición, alrededor de los cuales bullían manadas de necrófilos de la prensa y del cine, ávidos de fotos y películas con ángulos y vistas sensacionales, y de un rendimiento comercial asegurado.
En lo que se refiere a una voluntad formal de genocidio, ningún documento ha podido aportar la menor prueba oficial de ello, desde hace más de 30 años. Las afirmaciones lanzadas y constantemente repetidas desde hace tantos años, en una fabulosa campaña, no resisten un examen científico serio. Es descabellado imaginar, y pretender, que se hubieran podido gasear en Auschwitz 24.000 personas por día, en grupos de 3.000, en una sala de 400 metros cúbicos, y menos aún, a 700 u 800 en unos locales de 25 metros cuadrados, de 1.90 metros de altura, como se ha pretendido a propósito del campo de Belzec; 25 metros cuadrados o lo que es lo mismo, la superficie de un dormitorio. Usted, Santo Padre, ¿lograría meter 700 u 800 personas en vuestro dormitorio? Y 700 a 800 personas en 25 metros cuadrados, esto hace 30 personas por cada metro cuadrado. Un metro cuadrado, con 1,90 metros de altura ¡es una cabina telefónica! ¿Su Santidad sería capaz de apilar a 30 personas en una cabina telefónica de la Plaza San Pedro, o en una simple ducha?, las 3.000 personas ¡el equivalente de dos regimientos! hacinadas tan fantásticamente en la habitación de Auschwitz, o las 700 u 800 personas apretujadas en Belzec a razón de 30 ocupantes por metro cuadrado, ¡hubiesen perecido casi al instante, asfixiadas, por carencia de oxígeno! ¡No hubieran hecho falta las cámaras de gas! Todos habrían dejado de respirar, incluso antes de que se hubiese terminado de hacinar los últimos, que se cerrasen las puertas y se esparciera el gas por la sala. ¿Y cómo se hacía esto último? ¿Por unas hendiduras? ¿Por unos agujeros? ¿Por una chimenea? ¿Bajo forma de aire caliente? ¿Con vapor? ¿Vertiéndolo sobre el suelo? ¡Cada uno cuenta lo contrario del otro! ¡EI Zyklón B no alcanzando más que a cadáveres, no hubiese representado la menor utilidad! El Zyklón B es, como toda persona interesada en la ciencia puede saber, un gas de empleo peligroso, inflamable y adherente. Veintiuna horas de espera hubiesen sido indispensables, antes de que se hubiese podido retirar el primer cuerpo de la fantástica sala. Sólo después se hubieran podido extraer, como se han complacido en contárnoslo, con miles de detalles escabrosos todos los dientes de oro, todas las fundas de plomo en las que escondían, se dice, diamantes.
¿Cómo imaginar cremaciones de 3.000 judíos de una sola vez?, ¿Y las jornadas de 24.000 gaseados con Zyklón B, que representarían 760.000 dientes a examinar diariamente? Simplemente ateniéndose a los 6 millones de judíos muertos -algunos han doblado y triplicado la cifra, que la propaganda machaca continuamente en nuestros oídos-, estos extractores de mandíbulas hubiesen seguido años después de la guerra, en plena actividad.
Faltaba rapar millones de cabelleras, antes de pasar los cadáveres al horno se procedía - según lo que todos los "historiadores" de Auschwitz afirman ex cátedra - al examen de todos los anos y todas las matrices, de cuyo fondo se trataba de recuperar los "diamantes y las joyas" que hubieran podido ser escondidas. ¿Se imagina usted esto Muy Santo Padre? ¡6 millones de anos, 3 o 4 millones de matrices limpiados a fondo. ¡Es una locura!. ¡Todo esto es de locos! y no hablemos de las actividades complementarias: fábricas de abonos y fábricas de jabones, de las cuales el delirante profesor Poliakov habla sin pestañear. Todo esto realizado sobre 6 millones de judíos, o 7 millones, o sobre 15 millones según el Padre Riquet, o sobre 20 millones -¡es decir más que los judíos existentes entonces en el mundo entero- según el diccionario Larousse, seguirían todavía si se admitieran como exactas las afirmaciones "oficiales" de los manipuladores de la "historia" de Auschwitz.
Fragmento.
martes, 29 de noviembre de 2011
El problema judío.
En este libro se habla de la enorme batalla que libra Occidente con los siglos, con los largos siglos que en un fanatismo ha crecido y amenaza estallar en amargos y ensangrentados frutos. El problema judío no es un problema del siglo XX. Se ha gestado durante lapsos enormes, ha ido acumulando energía a través de las edades y ha buscado siempre un punto de escape, sin encontrarlo. Es ahora cuando, desesperado, impaciente, acude a los últimos extremos y amenaza al mundo entero. Porque es éste otro dato que le da singular importancia: no se trata de un problema parvamente localizado, no es un problema de región, de comarca, ni siquiera de país. Es problema del mundo y, por consiguiente, problema de la humanidad.
Los judíos se han dispersado y han invadido toda la curva superficie del mundo, llevando a dondequiera sus viejos usos, su ancestral orgullo, su fanatismo sin par. Están en el mundo entero. Y con ellos, en ellos, están ese sentimiento, esa pasión racista que todo quiere subordinarlo y humillarlo, que pretende exaltar al pueblo de Moisés al rango de amo de los hombres. Dura, áspera voluntad gobierna a esa pasión. Consideran los judíos que su pueblo es el "elegido del señor", el llamado por Jehová a los grandes destinos. Y persuadidos de ello, ante nada retroceden, ningún escrúpulo los detiene, miran en todo aquel que no es judío un ser inferior, acaso menos que un perro, al que no debe tenerse ningún respeto, al que nada es debido.
Ese tipo de racismo feroz, que ni siquiera acepta como humano a lo que no es judío, ha sido empujado lentamente a través del tiempo, implacablemente, con un sigilo y con una astucia casi inhumanos. Parece imposible, en ocasiones, que seres con figura humana, como los judíos, sean capaces de alimentar tanto odio y tanto desprecio a seres de figura humana como son los hombres no judíos.
Sin embargo, esa es la realidad. El judaísmo clava su garra ávida y feroz en la carne de la humanidad, y lo hace con un supremo desdén, sin la menor piedad, como si en sangre no humana la hundiera. Desde mucho, desde antes de Cristo, desde antes de Confucio, desde antes, pues, de todo principio de civilización, ya los judíos eran enemigos de la humanidad, ya los acosaban para encadenarla, para atarla a su indomable y secular orgullo.
Por eso tradicionalmente, el judío aparece como el enemigo del hombre. Ahogado en su pasión racista, el judío nunca ha querido el bien del hombre, antes al contrario, ha sido su constante enemigo, y todo lo que es, inteligencia extraordinaria, voluntad inquebrantable, lo dedica a perseguir al hombre.
¿Cómo? ¿Por qué medios lo hace? El libro de Alfonso Castro lo indica, y lo indica con tan diáfana claridad, que en él se siguen todas las pausas del gigantesco y milenario duelo: el duelo de los judíos con la humanidad. Duelo enorme, duelo fantástico que carcome todas las épocas; pero que, sin embargo, no se sabe cuándo empezó.
Sería imposible precisar en qué momento apareció el reto judío y en cual otro ese reto se resolvió en actos; pero la búsqueda paciente deja saber que, desde que se tienen noticias históricas y, más todavía, desde la protohistoria, el judío aparece hostigando al hombre, acosándolo como una bestia salvaje. Desde siempre el judío aparece como el enemigo del hombre, un irreconciliable enemigo del hombre que, sin provocarlo a la lucha abierta, franca, trata de caerle por la espalda para atarlo y, atado, disponer de él a su arbitrio. Los viejos textos, los acontecimientos que el polvo ha cubierto, proclaman todos por igual que el odio judío no ha dejado de buscar el modo de hacer esclava a la humanidad. Animados los judíos por su sentimiento de raza sin par en la historia, animados por un impecable rencor a todo lo que no sea su raza, todo lo combaten; mas tan sutil, tan pérfidamente, que con frecuencia el ataque no se nota, que los ingenuos ni siquiera llagan a creer que tal ataque pueda existir.
Para demostrar que sí existe, ha escrito su libro Castro. Libro sin pretensiones, libro preciso, claro y sobrio. En él, la voz guarda siempre el acento sencillo y humilde del que dice la verdad desde lo más hondo de sus entrañas, del que no aspira a impresionar, sino a convencer. Eso es EL PROBLEMA JUDÍO.
Libro de un dramatismo pavoroso, dice de la lucha con tan limpio acento, con amenidad tan grande, que incluso los que dudan del problema judío incluso aquellos que no creen en la amenaza judía, se ven arrastrados de página en página, siguiendo un drama que, para los que creen y temen, es pavoroso, para los que no creen y temen, es magnífico por la grandiosidad del escenario y por las dimensiones de los personajes.
Rubén Salazar Mallén.
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